Asombroso.
Porque la variable personalidad influye tanto o más que las demás en la decisión de voto. Y porque es la variable decisiva a la hora de la comunicación política.
Además la segmentación por tipos de personalidad nos aporta
información muy relevante cuando la cruzamos con las clásicas
segmentaciones políticas y demográficas.
Para que funcione bien tenemos que contar con una base firme sobre la
cual apoyar la investigación. El modelo conocido como Big Five nos
brinda ese terreno sólido que necesitamos.
El Big Five identifica cinco grandes rasgos de la personalidad humana,
y en base a eso nos permite clasificar a la población en cinco grandes
segmentos en función del predominio de cada uno de los rasgos.
Es un modelo muy valioso ya que tiene detrás décadas de construcción teórica y de investigación cuantitativa y cualitativa. Y cuenta con gran aceptación académica y un amplio respaldo profesional en todo el mundo.
Tomando como punto de partida el Big Five, he ido desarrollando a lo
largo de los años una pequeña adaptación del mismo al ámbito político.
Ese trabajo me lleva a proponer cinco tipos psicológicos de votantes
dependientes del rasgo de personalidad predominante en cada uno.
Esos cinco tipos psicológicos de votantes son:
- El votante emocional
- El votante social
- El votante amable
- El votante metódico
- El votante abierto
Cada uno de estos tipos debe ser estudiado para identificar sus
características esenciales y los correspondientes estilos de
comunicación política que cada uno requiere.
El votante emocional
El votante emocional es una persona cuyo rasgo distintivo es que está
más en contacto que los demás con sus propias emociones. Y esa mayor
cercanía con lo emocional juega un papel decisivo a la hora de sus
actitudes políticas.
Todos tenemos emociones,
por supuesto. Y son siempre las mismas: miedo, ira, desprecio, asco,
alegria, sorpresa y tristeza. El resto de los estados emocionales no es
más que una compleja combinatoria de estos factores básicos.
También es cierto que todos experimentamos unas u otras emociones en conexión con los acontecimientos políticos.
Pero en el caso del votante emocional no se trata simplemente de
experimentar emociones sino de que las mismas sean decisivas en su
manera de pensar y actuar políticamente. Y de votar, claro.
Es un votante impulsivo que en gran medida elige al candidato que le
emociona con su comunicación política o que sintoniza con su estado
emocional o que facilita la expresión de sus emociones. Estadísticamente
tiende más hacia el apoyo a posiciones políticas que suelen denominarse
como liberales, progresistas, de centro-izquierda o de izquierda
(variando la definición de acuerdo a los países).
El votante social
En el caso del votante social lo distintivo no son las emociones sino los estímulos externos.
Se trata de un votante extrovertido, volcado hacia afuera de sí
mismo. Este tipo de votantes recarga sus energías del exterior, de la
intensidad de estímulos físicos y sociales que recibe. Estímulos que
busca activamente porque necesita sentirse estimulado.
Es una persona enérgica, sociable, dinámica, asertiva y muchas veces dominante.
Estos mismos rasgos hacen que tienda a ser más participativo
políticamente que los demás. Está dispuesto a la acción y cuando
canaliza eso se convierte en militante, activista o evangelista de una
causa. Y cuando se compromete con un partido suele construir una fuerte identidad política partidista.
El votante social tiene contacto con muchas personas y habla mucho
con ellas. De hecho es en esa conversación social que va ajustando y
puliendo sus ideas.
A diferencia del votante emocional, el votante social tiende estadísticamente a ser moderadamente más conservador.
La comunicación política más efectiva con este tipo de votantes es la
que sea más rica e intensa en estímulos. Las imágenes de multitudes, de
banderas ondeando, de personas en movimiento y de gran colorido son
siempre valoradas por este votante porque le proporcionan gran cantidad y
diversidad de estímulos. Lo mismo ocurre con la intensidad sonora, la
música y el volumen de las voces.
El votante social no suele sentirse saturado ni por el bombardeo
publicitario ni por las discusiones políticas. Por el contrario: tales
fenómenos recargan su energía y le estimulan.
Y cuando ve a un candidato extrovertido y dinámico, pues lo más probable es que le agrade más que otros.
El votante amable
Lo que distingue al votante amable de los demás es la búsqueda de la armonía interpersonal.
Sus pensamientos, sus palabras y sus acciones políticas tienen su
centro de gravedad en la concordia y el relacionamiento equilibrado
entre los seres humanos.
Es una persona empática, que tiene cierta facilidad para ponerse en
los zapatos de los demás y para sentir lo que los demás sienten. Esto lo
hace propenso a apoyar políticas que desde su punto de vista ayuden a
otras personas y solucionen sus problemas.
La misma empatía lo lleva a ser afable, cordial, comprensivo, amable y
tolerante. Inclusive, por supuesto, con quienes piensan distinto.
Difícilmente adopte actitudes radicales. En tiempos de polarización política
trata de ubicarse en terceras posiciones o de suavizar los polos
antagónicos. Lo mismo hace cuando se encuentra en medio de una discusión
política.
El votante amable valora más las negociaciones y los acuerdos
políticos. Se aleja de la comunicación política maximalista e incendiara
y se acerca a la que presente más matices y opciones. Lo suyo no es el
blanco o el negro sino más bien las tonalidades intermedias.
Estadísticamente tiende a ser moderadamente progresista en lo económico y moderadamente conservador en lo social.
El votante metódico
Ni emociones, ni estímulos ni armonía. El votante metódico se distingue por el orden.
Es una persona perseverante, tenaz, escrupulosa y organizada. Vive,
piensa y trabaja con método, con orden, con meticulosidad. Es reflexivo, se enfoca en lo que hace o piensa y busca caminos para obtener resultados.
La comunicación política que mejor conecta con este tipo de votante
es la que refleja sus propios rasgos. Necesita ver en el mensaje
político elementos de minuciosidad, precisión y rigor intelectual.
No es presa fácil de rumores ni se guía por sus primeras impresiones
ni por impulsos. Prefiere desmenuzar lo que escucha, ve o lee para de
ese modo comprenderlo mejor.
Cuando le presentan información en forma ordenada y clara le presta
mayor atención, la recuerda más y tiende a compartirla. Las secuencias,
los asuntos numerados, las explicaciones lógicas y los detalles le
convencen mucho más que los discursos desordenados o los datos
fragmentarios o los episodios extraordinarios.
Estadísticamente tiende a ser conservador en políticas sociales y
económicas. Tiene mayor disposición que otros a apoyar normas y reglas
sociales, legales y culturales vigentes, así como a defender tradiciones
y valores familiares.
El votante abierto
La apertura mental hacia lo nuevo es lo que identifica y diferencia al votante abierto de los otros tipos de votantes.
El santo y seña de su forma de vivir, actuar y pensar es la
curiosidad, el intelecto que se lanza con facilidad a explorarlo todo en
busca de novedades.
Es una persona abierta, imaginativa, creativa y original. Es un
votante no conformista y que siempre trata de ir más allá de lo que hay y
de lo que conoce. Le gusta pensar por sí mismo así como encontrarse con
nuevas ideas y nuevas experiencias.
La comunicación política vieja, tradicional, repetitiva y gastada
no lo estimula en absoluto. Más bien huye ante ella. Sus respuestas de
mayor entusiasmo son ante estímulos complejos y no convencionales.
Estadísticamente tiende a votar a sectores progresistas y más bien de
izquierdas. También tiene facilidad para apoyar nuevos programas o
políticas que cambian las anteriores.
Fuente: https://maquiaveloyfreud.com
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