El relato político


En este artículo se presentan las principales características del relato político y se discute por qué la técnica de narración de historias es útil al servicio de construcción de liderazgos e identidades políticas. También se señalan sus riesgos potenciales.

Por: Orlando D’Adamo y Virginia García Beaudoux

En el último tiempo, con cada vez mayor frecuencia, tanto políticos como asesores de comunicación apelan a la palabra “relato” para describir ciertas situaciones políticas o estrategias de comunicación política.

Los  humanos  somos  cognitivamente  proclives  a  en-tender mejor las explicaciones que se nos brindan en forma  de  historia,  las  recordamos  más  fácilmente  y activan mecanismos que nos generan una buena predisposición  hacia  el  expositor.  Lo  sabemos  desde  niños y lo hemos reproducido como padres: nada como una buena narrativa. No por casualidad, hace treinta años a Ronald Reagan se lo llamó “El gran comunicador”.  Los  spots  de  su  campaña  “Its morning again in America”  (“Es  mañana  nuevamente  en América”) apelaban a contar una historia que aludía a los valores que Reagan encarnaba y proponía recuperar.

Hoy en día, cuando en comunicación política se habla del relato, se apunta a transmitir valores, objetivos y a construir una cierta identidad alrededor de la coincidencia que se genera entre audiencia y orador. Bien sazonada con las dosis adecuadas de emoción, se transforma en una poderosa herramienta de comunicación.  Las  últimas  campañas  en  varios  países  así  lo ejemplifican,  tal  como  fue  el  caso  de  la  última  presidencial argentina, en la que la técnica de storytelling se utilizó muy eficientemente; técnica que, además, se empleó también para hacer comunicación de gestión de gobierno de manera adecuada. En lugar de abarrotar a los ciudadanos con datos y cifras que se olvidan fácilmente,  personas  reales  contaban  de  manera  sencilla y emotiva, cómo había cambiado su vida gracias a ciertas medidas de gobierno.

La  construcción  de  un  “relato”  político  dice  quiénes somos,  cuáles  son  nuestros  objetivos,  propone  una cierta  visión  con  el  sesgo  conveniente  del  pasado  y del  futuro.  Para  aquellos  identificados  con  el  relato, quienes  se  oponen  a  él  (partidos  opositores)  no  solo tienen valores opuestos, sino que no “comprenden” el relato. Algunos autores proponen ciertas tramas para categorizar el relato político (Heath y Heath, 2007) :

a. El  “relato  desafío”: la  voluntad  triunfa  sobre  la adversidad  (“sí  se  puede”).  Inspira  emoción  e  idealismo.

b. El “relato conexión”: establece similitudes o empatías con otros que atraviesan dificultades semejantes. Inspira solidaridad.

c. El  “relato  creativo”: reencuadra  los  problemas, propone la innovación y el cambio. Inspira una nueva visión.

Los relatos además definen estilos de liderazgo a partir  de  ciertas  claves  que  se  repiten  y  van  delineando una forma determinada de comunicar. Pueden ser frases, palabras, colores, referencias recurrentes, recuerdos de logros y momentos emotivos que jalonen esta historia compartida.

En muchos casos, al paso del tiempo estos relatos comienzan  a  estructurarse  como  mitos  políticos,  es  decir,  alcanzan  una  estructura  narrativa  más  compleja, que excede a la técnica de comunicación en sí misma. Adquieren  ciertas  características  que  podrían  resu-mirse en las siguientes:

    »Los mitos actúan como una amalgama que integra y resignifica historias compartidas.

     »Se  establece una “nueva” secuencia de los acontecimientos, con “beneficio de inventario”.

      »Silencios,   ausencias   o   sobrerepresentaciones   se concatenan en un nuevo guión histórico político.

La veracidad de lo que se cuenta deja lugar a la verosimilitud.  El  razonamiento  a  la  emotividad  y  la  simplificación a la complejidad. Cuando eso se logra, el relato se encuentra consolidado y, por ende, apoyado por  una  parte  importante  de  la  audiencia  que  no  lo cuestiona  y  que  lo  acepta  acríticamente.  Se  torna  hegemónico y es el parámetro para comprender lo que sucede y sucederá.

Sin  embargo, ese es el momento en que paradójicamente  se encienden las primeras señales de alarma. La dinámica de los acontecimientos a lo largo del paso del tiempo incorpora nuevos temas y actores que demandan ser incorporados.

El relato ya devenido en mito debe ser flexible para incluirlos. De no ser así, empieza el proceso de deterioro cuyos principales síntomas son:

a. La cronificación del relato: retórica solo habitada por  repeticiones  y  estereotipos,  reiterando  fórmulas que se transforman en etiquetas

b. Su  transformación  en  una  serie  de  usos  comunes,perdiendo  conexión  con  la  realidad  mutante  de la política.

La  capacidad  de  detección  de  esos  signos,  así  como la  capacidad  de  poder  producir  mensajes  que  manteniendo  el  hilo  valorativo  se  adecuen  a  necesidades cambiantes, será lo que defina su perdurabilidad.

Los  riesgos  de  fracaso  son  elevados,  la  combinación de  emociones,  generalmente asociadas a  una consecuente construcción de liderazgos personalistas, potencia no sólo la erosión sino que genera espacios para la aparición de relatos alternativos, por parte de quienes nunca se sumaron al hegemónico y/o de aquellos que formaron parte pero desean construir su propia estructura de poder por fuera de la órbita dominante. Nada es para siempre en comunicación política.

Tal como reza el antiguo proverbio “this too shall pass”, sabiamente  retomado  por  Abraham  Lincoln  en  un discurso de campaña en 1859 compitiendo por las primarias de su partido para la presidencia de Estados Unidos, al igual que en el resto de las condiciones materiales  de  la existencia, en política también todo es temporario. Lo que no pierde vigencia es el valor de una historia bien contada.
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