NATALIA ARUGUETE
En una cultura comunicacional
crecientemente interactiva, la capacidad de producir y circular mensajes
casi en tiempo real no significa necesariamente que los internautas
participen de un flujo democrático de información ni tampoco que sus
ideas logren moldear una agenda pública alternativa. El sueño de la
democracia directa prometida por las redes sociales virtuales murió en
el momento mismo en el que decidimos citar a los viejos actores en lugar
de seguirnos los unos a los otros.
En Twitter, en particular, el
intercambio de información acrecienta la polarización política existente
en el mundo no virtual, consolida las jerarquías mediáticas al fomentar
la concentración de contenidos generados por usuarios de alto rango y,
como consecuencia, estructura un diálogo singular entre las agendas
política, mediática y pública.
Los individuos tienden a unirse a
comunidades con las que comparten valores y a afiliarse a grupos
sociales y colectivos para evitar el dilema de vivir en el aislamiento
intelectual. Estos patrones de segregación homofílica se ponen de
manifiesto en las redes sociales, donde los moradores virtuales optan
por seguir a usuarios cuya ubicación en el espectro ideológico se
asemeja a la propia. En efecto, integramos redes homogéneas dentro de
las cuales reforzamos y cristalizamos nuestro “mundo de la vida”, tal
como lo denominaba Habermas. La cristalización y el refuerzo se
confirman mutuamente. Cristalizar es dar forma a una vaga preferencia
previa, reforzar es consolidar actitudes y opiniones existentes. De allí
que la búsqueda, la aceptación y la difusión de ciertas narrativas
facilite el apoyo social para respaldar una postura ya asumida.
En tiempos de calma, Twitter se
presenta como una red estable a nivel topológico. Si de lo que se trata
es de intercambiar pareceres acerca de la performance del Masters de
París 2018, poco importa quién haya emitido un posteo al momento de
darle “like” o republicarlo con un retuit. Pero cuando el diálogo gira
alrededor de cuestiones políticas que requieren de un mayor
involucramiento ideológico, la polarización tiende a extremarse. Por
caso, si la conversación virtual atañe al acuerdo de desnuclearizacion
entre el presidente de Corea, Kim Jong-un, y el mandatario de Estados
Unidos, Donald Trump, las reacciones de los usuarios estarán signadas
por la congruencia o la disonancia cognitiva que los mensajes puedan
generarles.
En el nivel conceptual, la
polarización en redes sociales se explica por un comportamiento orgánico
y uno subjetivo. En el nivel estructural, Twitter actúa como una cámara
de eco. Este concepto, que expresa el modo en que los votantes
resignifican y adhieren al discurso de las élites, permite comprender la
estructura algorítmica de esta plataforma. ¿En qué consiste esa
dinámica? Por empezar, ningún usuario, por mucho poder que detente,
puede visualizar toda la información que circula en la red; tan solo
accede a una pequeña porción. Esa tajada tampoco es aleatoria, por el
contrario su distribución es coherente con lo que volcamos en nuestro
perfil y con el tipo de mensajes que aceptamos y difundimos. Los
algoritmos –mayordomos digitales–
sistematizan nuestras huellas, identifican los trending topics y nos
entregan mensajes que son política e ideológicamente consistentes con
nuestras ideas y preferencias. Así, educan a la cámara de eco,
consolidan la segregación homofílica y apuntalan la polarización.
El funcionamiento topológico de estas
plataformas expresa el modo en que los nodos (usuarios) están
interconectados mediante aristas que reflejan el intercambio entre
ellos. Concretamente, el acto de gustar y compartir en Twitter expone a
un mayor número de usuarios al contenido preferido de sus amigos
virtuales, cuyas narrativas aparecen en sus muros.
En el nivel subjetivo, las personas
atienden selectivamente y atribuyen posiciones valorativas, tanto
ideológicas como partidarias, a distintos usuarios, actores
institucionales y entidades de medios. La atención y percepción
selectivas son resultado de la disonancia o la congruencia cognitiva
existentes entre los usuarios y de estos para con los mensajes, lo cual
los lleva a filtrar y propagar ciertos contenidos y conformar, así,
agendas colectivas.
Como en las cámaras de eco, los
usuarios de Twitter prefieren seguir a figuras de peso cuya posición en
la dimensión ideológica latente es similar a la suya. De esta forma,
funden sus agendas con las de aquellos que pasean por sus mismos
barrios. La propensión a acercarnos a información que coincide con
nuestra cosmovisión no es nueva. La novedad reside en la
personalización, el desagrupamiento y la segregación mediante códigos
algorítmicos. En este punto, las decisiones de los internautas de
involucrarse con los contenidos nos informan acerca de cómo administran
su atención dentro de la tuitósfera.
Un intercambio intenso en redes
sociales suele coincidir con un alto grado de concentración de los
mensajes relevantes y una jerarquía consolidada de ciertos actores
institucionales, donde los políticos, las figuras mediáticas y los
medios tradicionales dominan la actividad.
Uno de los motivos por los cuales la
información de referentes y políticos tiende a circular más extensamente
por la red es que lo que ellos publican tiene consecuencias políticas.
Las autoridades dentro de las redes son aquellas cuyas acciones también
afectan nuestras vidas en el mundo no virtual. Definimos a las
autoridades como los usuarios que tienen muchos seguidores; los
políticos, al igual que las grandes empresas y las celebrities,
prefieren ser seguidos por muchos y seguir a pocos. Esas autoridades
cuentan, por ende, con una mayor probabilidad de que sus mensajes
alcancen altos niveles de difusión, dado que la activación de mensajes
aumenta de manera proporcional a la cantidad de individuos que los
siguen. Ello se debe a que la plebe tuitera tiende a propagar
compulsivamente mensajes publicados por usuarios con prestigio político,
social, económico y cultural dentro y fuera del mundo virtual, cuyas
narrativas tienen peso en sus comunidades de pertenencia. Por el
contrario, los usuarios de alto rango demoran más en compartir un
mensaje.
En definitiva, la propagación de
ciertos posteos en redes sociales produce diferencias en las frecuencias
con las que cada usuario observa distintas palabras, enlaces e
imágenes. Antes que narrativas compactas y coherentes, los contenidos
virtuales que son gustados o compartidos constituyen un corpus
fragmentado y heterogéneo. Como consecuencia, en diferentes regiones de
la tuitósfera se conforman encuadres mediáticos locales que se
distinguen de los creados en otras zonas. Es decir, el contenido que
integra las burbujas de filtro define los eventos políticos en forma
descentralizada, al jerarquizar determinados los temas y atributos que
son cognitivamente congruentes y descartar los que son disonantes.
Natalia Aruguete
es Investigadora del Conicet y profesora de la Universidad Nacional de
Quilmes (UNQ) y de la Universidad Austral (UA), Argentina.
Fuente: Revista bPolitics
Fuente: Revista bPolitics
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