Los Periodistas y los Trabajadores de los Medios.
Hace más de cincuenta años, el oficio de periodista
era diferente al actual, porque se trataba de una profesión de alto
respeto y dignidad, con un carácter político e intelectual, la cual era
ejercida por un pequeño grupo de personas. El periodista era aquella
persona de importancia, admirada y que en la calle todos lo saludaban.
Muchos de los hombres más importantes de la
historia fueron periodistas, tales como Winston Churchill, Ernest
Hemingway. Pero, estos aspectos en la actualidad cambiaron, el
periodismo escrito contemporáneo sólo ocupa una pequeña porción del gran
mundo de los medios de comunicación.
En el presente, podemos ver que a los periodistas
nadie los conoce, nadie sabe quién es. Esta situación se da porque el
producto final de su trabajo no es de su autoría, sino que constituye
como resultado de una cadena de gente como él que participó en la
construcción de la noticia. Por lo cual, se perdió en la profesión algo
central como es el orgullo, la que implicaba una responsabilidad del
periodista por su trabajo.
En la actualidad, los que se desempeñan como
periodistas trabajan en una civilización en la cual importa mucho más la
tarea de estos profesionales, por dos razones: la primera, porque es
una profesión a través de la cual se pude manipular a la opinión
pública; la segunda, porque los mecanismos de los medios construyen un
mundo virtual que reemplaza al mundo real.
La manipulación incide ya no en la censura, sino es
ahora más sutil, utiliza mecanismo como: qué destacar, qué omitir, qué
cambiar. Mientras que el mundo real se la conoce por dos medios una
desde la escuela, la familia y otra historia que nos la dan a conocer
desde los medios de comunicación, lo que hace que esta acumulación de
construcciones de los medios nos hace vivir cada vez menos en la
historia real y cada vez más en la historia ficticia.
Lo que genera estos aspectos es que nos alejen de
las historias y problemas reales que suceden en las diversas
civilizaciones. Esto seguirá sucediendo mientras las noticias estén
influidas por el capital o compitan como productos de los dueños de los
medios.
Una condición fundamental del periodismo es el
entendimiento con el otro, porque los periodistas somos y hacemos
aquello que los otros nos permiten. De igual forma ninguna sociedad
moderna puede existir sin periodistas y nosotros de igual forma no
podemos existir sin sociedad.
El periodista no puede ubicarse por encima de
aquellos con quienes va a trabajar, más por el contrario debe ser un
par, uno más, alguien como esos otros, debe acercarse, comprender y
luego expresar sus expectativas y esperanzas.
Por otro lado, el periodista tiene que saber que la
mejor forma de obtener información pasa por la amistad, porque no puede
hacer nada solo. Debe saber conseguir su confianza. Porque, siempre se
tiene que tener presente que en el periodismo se trabaja con la materia
más delicada del mundo: la gente. Según las palabras que utilicemos y
escribamos sobre ellos podemos incluso llegar a destruirlos. Por lo
cual, el periodista no debe perder de vista el criterio ético, que debe
tener base en el respeto a la integridad y la imagen del otro.
Otro aspecto, que se debe tomar muy en cuenta, es
que el texto periodístico depende de un determinado contexto. Desde este
perspectiva, no se puede pasar por alto los siguientes puntos: primero,
que existe el contexto de la revista o el periódico para los cuales fue
escrito, esto referido a los principios y filosofías del medio; segundo
se refiere al tiempo, porque un texto tiene determinado valor en un
cierto momento que en otro; tercero, los lectores constituyen un
contexto, porque al escribir nos preguntamos a quién dirigimos una
artículo; cuarto, por último, un artículo se inscribe en el conjunto de
textos que produce su autor.
Los Medios.
El oficio del periodismo empezó a cambiar a partir
de la revolución tecnológica, la que permitió transmitir la noticia de
manera fácil e inmediata. Otra razón, por la cual, cambió el periodismo
fue porque la noticia se convirtió en un buen negocio. Antes, el
periodismo se hacía por ambición, por ideales, pero ahora sólo se lo ve
como un buen negocio.
Cuando el capital llegó a nuestra profesión se
configuró redes de comunicación masiva que dividieron el campo de la
noticia en dos sectores desiguales: Los grande multimedia y los medios
pequeños marginados. La dirección de los grande medios quedó en manos de
personas que no venían del periodismo. Esta situación creó una brecha
entre los dueños y gerentes de los medios y nosotros los periodistas,
porque cada cual persigue intereses diferentes.
En la actualidad, el periodista cuando llega de una
determinada cobertura, el jefe ya no le pregunta si es verdadera, sino
si es interesante, si podrá vender. Ese en uno de los cambios más
profundos en los medios de comunicación: el remplazo de una ética por
otra.
De esa forma, se ha trivializado el valor de la
palabra. El problema actual de la comunicación ya no es que se escamotee
la verdad, sino la palabra ya no tiene el peso de antes. En la época de
la prensa soviética cada palabra tenía un valor de vida o muerte.
Hoy, el soldado de nuestro oficio no investiga en
busca de la verdad, sino con el fin de hallar acontecimientos
sensacionales que puedan aparecer entre los títulos principales de su
medio. Por lo cual, el periodismo ha dejado de ser una misión y muchas
de las personas que trabajan en los medios la consideran una ocupación
como cualquiera otra, que bien pueden abandonar e ingresar a una agencia
de publicidad o ser corredores de bolsa.
Actualmente, el poder está en manos de quien posee
un estudio de televisión, un diario, una radio. En el mundo
contemporáneo, tener medios de comunicación significa tener poder. En lo
referido a este tema, las discusiones se centran más en los aspectos de
mercado, que en los aspectos humanos.
Si antes la prensa tenía por fin reflejar el mundo,
ahora los grandes medios se limitan a reflejar su mundo compitiendo
entre ellos. Ya no les interesa tanto lo que sucede afuera, sino que los
demás medios no se les adelanten, que no publiquen algo que ellos no
tienen.
Por lo cual, una gran manada de trabajadores de
medios se mueve como un grupo. Creando una brutal centralización de la
noticia. De ahí que, si en el mundo ocurren varios acontecimientos a la
vez, los medios sólo cubren un hecho: que atrae a la manada.
Otro problema que afronta el periodista, es que se
les da muy poco tiempo para juntar la información con que escribirán la
noticia o la crónica. Sin tomar en cuenta que la disponibilidad de
tiempo nos permite hablar con más gente, leer más documentos, observar
más, pensar más: trabajar en serio. Del otro lado, resolver las cosas en
poco tiempo conduce a la superficialidad y la falsedad,
desgraciadamente abundantes en nuestra profesión.
Esto trae consigo que la tremenda centralización de
la noticia redujo mucho nuestro conocimiento de este complicado mundo
en el que vivimos. Tanto se empobreció nuestra manera de entender el
mundo, que no sólo sabemos apenas una o dos cosas sino que —lo peor de
todo—las sabemos mal.
Un factor que se debe tomar en cuenta es la
manipulación de la noticias. En los medios se impide el desarrollo de
historias y nos convierten en prisioneros de un lenguaje reducido, pobre
y limitado. Si en la dictadura funciona la censura ; en la democracia
resulta más adecuada la manipulación. Y el blanco de esas agresiones
siempre es el mismo: el hombre de la calle.
El avance de la tecnología hizo posible la
construcción de una aldea global, los medios reflejan el mundo de una
manera superficial y fragmentaria, centrados apenas en las vistas de los
presidentes y los atentados terroristas.
Pero, con todo esto, es importante rescatar que,
por ser el mundo de los medios muy complejo y diverso, una red con
muchos niveles, junto a la basura y la falsedad conviven estupendos
programas de televisión, excelentes emisoras de radio y espléndidos
diarios.
Los medios tienen también aspectos positivos,
porque en sus redacciones y estudios trabajan personas meritorias,
sensibles y de gran talento; gente convencida de que el prójimo es muy
valioso y el planeta en que vivimos es un lugar apasionante que merece
ser conocido, comprendido y salvado.
Es verdad que los periodistas conscientes de su
labor afrontan una competencia dramáticamente más grande que antes.
Pero, los medios requieren una actitud activa de nosotros, una actitud
de interés que nos permita coproducir esa comunicación.
El Nuevo Periodismo.
El nuevo periodismo, nace en la década de 1960,
Norman Mailer, Truman Capote y Tom Wolfe, crearon este nuevo género que
se dio a conocer con el nombre de New Journalism, llegaron a la
conclusión de que el lenguaje periodístico tal como lo conciben los
diarios no era capaz de reflejar la realidad en todos los matices.
En primer lugar, porque ese lenguaje que en general
sigue manejando el periodismo tradicional es muy pobre. Otra razón que
impulsó esta renovación es que las frases del periodismo tradicional se
limitan a construcciones muy conservadoras.
El objetivo de este nuevo periodismo era introducir
otro lenguaje y otros medios de expresión. La fuente a la que
recurrieron en busca de recursos para hacerlo fue la literatura de
ficción. Quisieron tratar de profundizar nuestro conocimiento del mundo,
para hacerlo más rico y pleno.
La incorporación en una mezcla de personas y
acontecimientos reales con los recursos de la narrativa, hizo que se
diera un cambio importante, transformando el contenido de nuestro
trabajo. Pero surgen en ese preciso instante los géneros televisivos que
nos robaron la descripción de las imágenes.
El vacío que generó esa sustracción de recursos se
llenó incluyendo en textos elementos del género ensayo. Es preciso tomar
en cuenta que, la televisión informa con imágenes rápidas y cortas
fuera de contexto, y con ello en los seres presentes despierta el
interés de saber qué es lo que está sucediendo. Esa curiosidad crea un
puente entre la televisión y la prensa escrita, cuando el hombre
inteligente compra el diario al día siguiente es para encontrar las
explicaciones de lo que estaba ocurriendo la tarde anterior en la
pantalla de su televisor.
En este aspecto, no nos referimos a cualquier
lector sino a aquel que piensa. Pero, para ese hombre, el Nuevo
Periodismo presenta nuevos valores e importancia, porque es un género
capaz de informar y también de explicar, comentar y provocar su
reflexión. Es decir, que en este momento el valor de nuestros textos
funciona en conexión con el periodismo de otros soportes.
Para quienes hacemos este Nuevo Periodismo, las
funciones ensayísticas de pensamiento y opinión nos cargan nuevas
obligaciones. Los periodistas debemos ser cien veces más sabios que
ellos. Eso nos impone la tarea de estudiar continuamente.
Un aspecto que se debe resaltar para poder realizar
lo anteriormente mencionado, es que el periodista esté convencido de la
importancia de profundizar en lo referido al tema de elaboración de su
texto.
No podemos adentrarnos en el campo social y
político sin antes leer mucho: eso es indispensable no sólo para no caer
en descubrimientos hechos por otros, sino porque la lectura previa da
fuerza a nuestra prosa. Si un autor se siente inseguro acerca del objeto
de su trabajo, inmediatamente su escritura deja ver esa falta de
desconfianza. La fuerza de la prosa viene de nuestra seguridad. En algún
sentido escribir es la menor parte de nuestro trabajo.
El Nuevo Periodismo ha tenido una característica
que ha sido borrar paulatinamente los límites entre los géneros.
Trabajos como los del antropólogo francés, Claude Lévi-Strauss,
denominado “Triste trópicos”, o el ensayo de Clifford Geertz denominado
“Géneros confusos, la refiguración del pensamiento social”. Como estos
textos combinados, muchos otros, decretaron el fin de las fronteras
entre los géneros.
Pasando a otro punto, es bueno que el periodista
guarde y junte los materiales que le importan. Todo debe estar
documentado: informaciones, testimonios, ideas. Un problema básico de
nuestro trabajo es que desaparece al día siguiente, que lo olvidamos
pronto. En este oficio, a medida que los años pasan nos vamos quedando
con las manos vacías.
En nuestra profesión el éxito se basa en mantener
dos talleres. Es decir, tener una doble vida, vivir en estado de
esquizofrenia: ser un corresponsal de agencia —o un redactor de un
periódico— que cumpla órdenes, y guardar, en algún pequeño lugar del
corazón y de la mente, algo para sí, para la propia identidad, para las
ambiciones personales.
En lo que se refiere a las formas o maneras de
escribir, este trabajo, en sus manifestaciones más ambiciosas, requiere
de una actitud individual creativa, de las propias formas de contar y
hacer las cosas, por lo cual, cada uno tiene que desarrollar sus propias
maneras de encontrar temas y las maneras de expresarlos.
En lo que a mi respecta, en mi experiencia cuando
escribo no pienso si el texto va a ser una novela, un reportaje o un
ensayo, sino que reflexionó reiteradamente sobre aquello que observé, en
busca de la manera más adecuada de describirlo. También, es necesario
tomar en cuenta que lo que escribimos es apenas una aproximación. El
ideal que nunca se puede alcanzar, ni siquiera se puede definir. Nunca
sentiremos que aquello que escribimos fue exactamente lo que queríamos
decir. Siempre habrá un margen de decepción.
Es por esto que podemos decir, que en cierto
sentido, todo libro es una derrota: aunque los lectores lo consideren
una obra magnífica, para un escritor un libro trae la derrota, porque el
entiende muy bien que lo que dicen sus páginas no es exactamente todo
lo que él pensaba expresar.
Con el pasar del tiempo los periodistas nos damos
cuenta en cierto momento que ya hemos acumulado una buena cantidad de
notas, y hacemos una selección de las mejores para editarlas en un
soporte durable como es el libro. Pero, hay otro tipo de libro para los
que trabajamos en esta profesión, y es aquel que se escribe de modo
igual original, pensando en su concepto, su estructura, su construcción.
Los libros originales plantean, mucho más que aún
que los volúmenes de recopilación, una serie de problemas para los que
no existen respuestas definidas. Al contrario, alimentan una constante
discusión porque en ellos ocupa un lugar importante algo tan indefinible
como el gusto particular del autor. Eso es lo que decide: el sabor que
va naciendo en su escritura. El instinto le dice a quien escribe: “Eso
se puede”. La intuición le dice: “No, no. por aquí no va la cosa”. El
autor sigue sus caminos a menudo inconscientemente, por puro gusto.
Es por esta situación que muchas de las cosas que
escribo sobre la gente viene de observarla, de prestarle atención a su
comportamiento, de explorar los detalles pequeños como su cara, o sus
ojos. Y hablar con ella, pero no de entrevistarla. Y lo que le da fuerza
a un texto es la certeza, y la exactitud, estos dos son su poder.
La Globalización.
Nuestro mundo se globaliza cada día más y más se
debate este proceso dentro del cual vivimos. Dado que no se trata de una
transformación que nos deje afuera, es importante entender en que
consiste la globalización.
Existen dos teorías principales que se ocupan de
este fenómeno. Una sostiene que la globalización no representa algo
nuevo bajo el sol; la otra, explica que es el más trascendente fenómeno
reciente en nuestras sociedades.
La primera teoría, pertenece a la escuela
histórica, sostiene que la globalización comenzó en los mismos orígenes
de nuestra historia. Según, esta teoría la globalización constituye una
parte natural de la sociedad humana.
La otra corriente, sostiene que la globalización es
un fenómeno nuevo de la historia humana, para esto se basa en tres
argumentos: El primero, la globalización como fenómeno se comenzó a
debatir recientemente cuando la Guerra Fría llegó a su fin. El mismo
concepto tiene su origen en ese periodo: la palabra globalización fue
introducida a finales de la década de 1980 por el sociólogo británico
Roland Robertson, el primero en utilizar el término en sentido moderno.
El segundo argumento, es la revolución electrónica,
que liquidó dos obstáculos que impedían el camino hacia este proceso de
globalización: el espacio y el tiempo. Y la tercera, se refiere a la
victoria de las vertientes neoliberales dentro del sistema capitalista
resultó fundamental para el proceso.
Lo más importante que se debe distinguir en este
fenómeno es que existe: como proceso y como ideología. Desde el primer
aspecto, se puede observar que reviste un carácter global, como por
ejemplo el desarrollo de las nuevas tecnologías, las formas de
comunicación social o el funcionamiento de la economía. Mientras, desde
la segunda lógica de la ideología, se lo ve desde el aspecto como una
fórmula mágica para resolver en el futuro todos los problemas de los
seres humanos que habitamos este planeta.
La globalización es un fenómeno contradictorio, que
muestra dos caras distintas: es un río de integración de toda la
tecnología, del mundo financiero, de los medios de comunicación, pero
simultáneamente es otro río en dirección opuesta, que lleva a la
desintegración con conflictos étnicos, con ambiciones regionales, con
tendencias particulares, en una gran corriente que vive y desarrolla en
contra de la misma globalización.
En lo que se refiere a los Estados la globalización
profundiza las desigualdades entre estos, pone en crisis a los del
llamado Tercer Mundo. Sólo las sociedades económicamente fuertes pueden
resistir la globalización. Debilita al Estado moderno porque tiene un
movimiento doble: desde arriba y desde abajo.
Desde arriba, el Estado sufre los embates de las
corporaciones y los organismos internacionales, cuya fuerza aumenta con
este proceso. Pero, al mismo tiempo, el Estado sufre un movimiento de
desestabilización desde abajo. Existen fuerzas que trabajan con el
objetivo de derribarlo: los diversos tipos de nacionalismo, xenofobia,
racismo y fundamentalismo.
Otro aspecto, que no se puede perder de vista, es
que el Estado perdió el monopolio de la violencia. La autoridad del
Estado moderno se apoyaba sobre el monopolio que representaban sus
fuerzas armadas, su policía, sus instituciones de corrección, su
armamento. Ahora, en este nuevo mundo, se multiplican las fuerzas
privadas, que toman la forma de organizaciones criminales, así como de
instituciones de seguridad privada.
Sin el monopolio de la violencia por parte del
Estado, los dictadores son caso del pasado. Nos hallamos ante un
fenómeno político histórico que pone el poder en manos de una clase
burocrática internacional. Estos nuevos gobernantes son gente ágil, muy
bien vestida, amable y sonriente como corresponde para aparecer en
televisión.
Ya nadie quiere ser jefe de Estado porque esa
figura retiene muy poca fuerza: el verdadero poder contemporáneo
pertenece a los grandes grupos financieros, a las grandes organizaciones
multimedia, a las grandes instituciones internacionales.
Desde estos aspectos, en la globalización otro
término que tiende a quedar como algo del pasado, es la frontera.
Porque, en primer instancia, la revolución tecnológica hizo posible las
comunicaciones de redes, con las cuales, se superó todas las fronteras.
El segundo aspecto, son los flujos financieros que atraviesan el mundo. Y
la tercera, se refiere a los grandes movimientos migratorios.
Un aspecto final que no podemos dejar pasar, así
por así, está referido a lo local y lo global. Como periodistas, para
aquellos que trabajan en el centro del mundo, todo lo que allí sucede
tiene automáticamente valor central por sí mismo. Pero, para los que
trabajamos en la gran periferia es muy importante entender que debemos
buscar los universal en cualquier tema. Aquello que revela el mundo
entero en una gota de agua. Porque, una gota de agua contiene el mundo,
pero hay que saber encontrar el mundo en una gota de agua.
Cada vez que nos proponemos escribir acerca de un
tema, debemos preguntarnos que tiene de universal, sólo así
encontraremos este vínculo, este pasaje entre lo local y lo universal, y
nuestro texto tendrá peso y valor. Los textos que viven cien años son
aquellos en los que el autor mostró, a través de un pequeño detalle, la
dimensión universal, cuya grandeza dura. Los textos que carecen de este
vínculo desaparecen.
Conviene tener presente este requisito de
universalidad también a la hora de recoger el material, mientras
investigamos nuestros temas. Es una cuestión de talento, de intuición,
pero también de amplitud de conciencia, de sabiduría. Y, sobre todo, se
trata del secreto para que unos textos perduren y otros se pierdan en el
olvido.
Las Preguntas del Taller
Permítanme contarles una historia sobre el gran
ruso Máximo Gorki, que solía orientar a jóvenes escritores en su
trabajo. Una vez, uno de esos jóvenes, que después se haría famoso,
llamado Konstantin Paustovski, se acercó para pedirle que leyera sus
primeros cuentos y le dijera su opinión. Gorki leyó los cuentos, llamó a
Paustovski y le dijo: “Mira, joven amigo mío: en tu escritura hay
talento, eso se siente, pero todavía es muy juvenil. Mi consejo es que
viajes dentro de Rusia, que vivas y trabajes, durante unos diez años,
sin escribir en ese tiempo. Ni siquiera tomes notas. Nada. Las cosas
importantes que te sucedan se fijarán en tu memoria; y ciertamente no
valdrá la pena escribir sobre aquellas que no recuerdes”. Yo he seguido
este consejo, porque creo que existen tantas maneras de escribir como
personas que escriben. Cada uno tiene su propia manera de escribir. Cada
uno debe tenerla.
Un aspecto que se debe resaltar es que hay que
sentir orgullo y respeto por lo que uno hace y escribe, porque no
conozco otra manera de mejorar la propia práctica que reflexionar de vez
en cuando. Leer, por ejemplo, las notas producidas en un periodo y
preguntarse si lo que uno ha escrito está realmente a la altura de lo
que había querido escribir. Y, si la respuesta es negativa, preguntarse
también por qué no fue así, qué pasó o está pasando. Mi propuesta arma
algo así como un libro con los textos propios, aunque no necesariamente
sea un libro para publicar. Puede ser para aprender. La seriedad de
nuestra autocrítica ayuda al desarrollo del periodista, para no escribir
una cosa un día y al otro una distinta.
Uno de los grandes peligros de esta profesión es la
rutina. Uno aprende a escribir una noticia rápidamente, y a
continuación corre el riesgo de estancarse. En mi opinión, esta es una
visión muy peligrosa de nuestra práctica profesional. El periodismo es,
al contrario, un acto de creación.
Se debe tomar en cuenta que el verdadero periodismo
es de contacto con la gente y con las situaciones: ese conocimiento
directo constituye la base del reportero serio con ambiciones
literarias.
Internet ofrece un periodismo de información
inmediata, sirve mucho para acelerar la transmisión de datos, para
divulgarles rápidamente por el mundo. Sin embargo, acumular una enorme
cantidad de información no sustituye al razonamiento, la reflexión, el
entendimiento.
Esta contradicción sintetiza el drama de nuestra
cultura: acumulamos más y más datos, más y más rápidamente, pero hacerlo
no nos ayuda a entender ni mejor el mundo.
Muchos se preguntan ¿Por qué titule uno de mis
libros que Los Cínicos no sirven para este oficio? Porque no creo que un
periodista de verdad pueda ser cínico.
Esto se debe a que nuestro éxito profesional
depende de los otros: no podemos ser cínicos porque la esfera en la que
desarrollamos nuestra profesión se construye entre nosotros y los otros.
Ahí se juega todo: la gente nos mira y nos evalúa, constantemente, y
advierte la diferencia entre un periodista que pregunta sobre problemas
que realmente lo preocupan y otro que llegó al lugar para obtener un par
de respuestas sin compromiso alguno, y partir. Sin empatía, esa
habilidad de sentirse inmediatamente como uno de la familia, no es
posible compartir los dolores, los problemas, los sufrimientos y las
alegrías de la gente.
*KAPUSCINSKI, Ryszard, Los cinco sentidos del periodista, México, Fundación Para Un Nuevo Periodismo Iberoamericano, s.f.
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